"Puede decirse que el grito de la Historia nace con nosotros y que es uno de nuestros dones más importantes. En cierto sentido, somos históricos todos los hombres"
Thomas Carlyle (1795 - 1881)

jueves, 10 de octubre de 2013

LOS ASESINOS DE PRIM

Con motivo del próximo bicentenario de su nacimiento, el General Juan Prim y Prats vuelve a ser portada en los principales medios de comunicación. Y es que, ciento cuarenta y tres años después de su asesinato, la investigación sobre su muerte puede responder, por fin, a la pregunta que lleva siglo y medio sin respuesta: ¿Quién mató a Prim?

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA

Juan Prim nació el 12 de Diciembre de 1814 en Reus, fruto del matrimonio entre Pablo Prim Estapé (m. 1834), notario, y Teresa Prats Vilanova.
Con el estallido de la Primera Guerra Carlista, el joven Prim, de diecinueve años, se alistó como voluntario en las compañias catalanas que se pusieron de parte de la reina Isabel II. Su arrojo y valentía en el combate le granjearon las simpatías de sus superiores y una ascensión meteórica en el escalafón militar: Teniente (1835), Capitán (1838), Comandante (también en 1838), Mayor (1839) y Coronel (1840). Además de las graduaciones conseguidas, con tan sólo veintiséis años, se le condecoró con dos Cruces Laureadas de San Fernando, una de las más altas condecoraciones militares españolas.
Juan Prim y Prats
Tras el fin de la contienda con los carlistas, se adhirió al movimiento progresista encabezado por el autor de las desamortizaciones, Juan Álvarez Mendizabal, entrando en el mundo de la política que compaginaría con su trayectoria militar y que no abandonaría por el resto de su vida.
Opuesto a la política de los regentes durante la minoría de edad de la reina Isabel (su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y el General Baldomero Espartero), conspiró para derrocar la Regencia, junto a Ramón María Narváez y Leopoldo O'Donnell. El nuevo gobierno surgido tras la huida de Espartero (1843) recompensó a Prim con el rango de Brigadier (más tarde, recibió del General Francisco Serrano el fajín que lo acreditaba como General) y los títulos nobiliarios de Conde de Reus y vizconde del Bruch.
Los siguientes veinte años de Prim oscilaron entre América, donde España mantenía, aún, Cuba y Puerto Rico (de donde fue Capitán General), y Turquía, como mando de las fuerzas expedicionarias españolas en la Guerra de Crimea; sin olvidar, por supuesto, su labor conspirativa contra los gobiernos moderados del General Narvaez.
Los años sesenta del siglo XIX representarán el apogeo militar, y político, de Prim. 
En 1860, España había declarado la guerra al Sultanato de Marruecos, siendo enviado Prim al frente de un batallón de voluntarios catalanes. Tomó Tetuán y derrotó a los marroquíes en Castillejos (1 de Enero de 1860) y en Wad Ras (23 de Marzo), logrando, en parte, con estos hechos la firma de la Paz de Tetuán el 26 de Abril de aquel año. Prim fue recompensado con el Marquesado de los Castillejos, con Grandeza de España.
Entre 1861 y 1862, se destinó a Prim a comandar un cuerpo expedicionario a México, junto a fuerzas británicas y francesas, en respuesta a la decisión del Presidente mexicano, Benito Juárez, de cancelar la deuda externa con estos tres países. En esta campaña apenas hubo combates de relevancia y las tropas españolas se retiraron de allí, junto a las británicas, cuando se dio por hecho que los franceses tenían sus propios planes para México (la instauración del II Imperio Mexicano bajo la protección de Napoleón III).
Los años que van entre 1863 (año de su regreso de México) y 1868 (año de La Gloriosa) los dedicó Prim a conspirar con los progresistas en contra de los gobiernos moderados y unionistas en un país sumido en la crisis económica y en el recorte de libertades individuales.
El triunfo de la Revolución Gloriosa significó el fin del reinado de Isabel la de los tristes destinos y el segundo destierro de la Casa de Borbón. Los progresistas, junto a unionistas y demócratas, crearon un Gobierno provisional del que Prim fue elegido Ministro de Estado.
Gobierno Provisional resultante de La Gloriosa
(Prim es el cuarto por la izquierda)
Desde este cargo favoreció la redacción de una nueva Carta Magna (Constitución de 1869) y tras la elecciones, que dieron ventaja a los progresistas, nombró al General Serrano Regente del Reino. Serrano, por contra, le devolvió el favor nombrando a Prim Presidente del Consejo de Ministros.
Tras descartar a candidatos para el trono de España entre las principales Casas Reales europeas (incluso se ofreció la Corona al General Espartero, quien declinó el ofrecimiento), fue elegido, por influencia de Prim, el hijo menor de Víctor Manuel II de Italia, Amadeo, Duque de Aosta, quien aceptó la Corona tras recibir las garantías del General (26 de Noviembre de 1870).

EL MAGNICIDIO DE LA CALLE DEL TURCO

 Bájese usted, mi General, que nos hacen fuego
El 27 de Diciembre de 1870, sobre las 19:30 h., el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, Juan Prim y Prats, Conde de Reus y Marqués de los Castillejos, abandonaba el Palacio de las Cortes, rumbo a su domicilio, tras solucionar algunos temas pendientes sobre la Casa Real que, tras muchos esfuerzos, había conseguido sacar adelante. 
Atentado de la calle del Turco
Con la cabeza puesta en los preparativos que debía llevar a cabo para su viaje, programado para el día siguiente, 28 de Diciembre, hacía Cartagena (puerto al que llegaría el nuevo rey, Amadeo de Saboya), se despidió, cortésmente, de los miembros de la Cámara mientras se dirigía a la salida donde ya le aguardaba la berlina que debía conducirlo hacía su domicilio, situado en el Palacio de Buenavista (actual Cuartel General del Ejercito).
Al llegar la berlina a la conocida como Calle del Turco (hoy, Marqués de Cubas) dos carruajes cerraban el paso, viéndose obligado el cochero a detener la berlina. Cuando el Coronel Juan Francisco Moya, quien acompañaba a Prim en la berlina, junto Ángel González Nandín, ayudante personal del General, advirtió la encerrona mortal, sólo tuvo tiempo de advertir a los ocupantes del vehículo de forma verbal.
Juan Francisco Moya (izq.) y Ángel González Nandín (dcha.)
acompañaban a Prim en la berlina
Se estima que fueron cinco los atacantes, tres por la izquierda y dos por la derecha, los que abrieron fuego contra la berlina del General Prim, quien quedó herido en un hombro y una mano, además de heridas faciales provocadas por la proximidad de los trabucazos. González Nandín también resultó herido en una mano como consecuencia de un desesperado intento por cubrir a Prim de la agresión.
Prim, herido de muerte, fue trasladado a su domicilio en el Palacio de Buenavista, sede del Ministerio de la Guerra, donde los médicos le amputaron la primera falange del dedo anular y trataron de recuperar las, aproximadamente, ocho balas que el trabucazo recibido había alojado en su hombro izquierdo.
Según la notificación oficial que se hizo, el General Prim falleció el 30 de Diciembre de 1870 como consecuencia de las heridas recibidas en la agresión sufrida tres días antes.
Sin embargo, el magnicidio no quedaba claro: ¿Quien quería ver a Prim muerto?
Detalle del mausoleo de Prim en Reus
El mismo Prim, según su viuda, Francisca Agüero y González, albergó sus dudas sobre los autores materiales del atentado
No lo sé, pero no me matan los republicanos
Tras varios años de investigaciones (se habla de hasta diez años de investigaciones), varios jueces y fiscales encargados de la investigación y más de dieciocho mil folios de autos judiciales, el caso quedó en suspenso y ninguno de los culpables fue llevado ante la Justicia.
Prim fue sepultado en su ciudad natal, Reus, donde reposa en un espectacular mausoleo.

NOVEDADES EN LA INVESTIGACIÓN 

En Septiembre de 2012, la Comisión Prim de la Universidad Camilo José Cela, presidida por Francisco Pérez Abellán, profesor de Criminología en dicha Universidad, consiguió autorización para exhumar el cadáver del General Prim y realizar sobre sus restos un estudio forense con las técnicas científicas empleadas para investigar los crímenes de nuestro tiempo.
Aspecto de la momia de Prim
 tras su exhumación
El análisis sobre el cuerpo de Prim, ciento cuarenta y tres años después de su asesinato, arrojó una verdad que desmiente la versión oficial que, en su momento, se dio: Juan Prim murió el mismo día del magnicidio, siendo imposible que sobreviviese, como se afirmó en su momento.
Las heridas de bala que presenta el cuerpo señalan que estas fueron de gravedad y en ningún momento leves, como afirmaba el comunicado gubernamental del 27 de Diciembre.
Pero la información que Prim transmitía a los investigadores no acababa ahí. Analizando la parte inferior del cuello se halló marcas de ligaduras que coinciden con las perpetradas por una estrangulación a lazo.
Parte posterior del cuello con las evidentes marcas en él
Los investigadores sostienen que quién estuvo detrás del atentado "suplantaron" a Prim durante los tres días que el General estuvo luchando por sobrevivir (a sabiendas de que ya estaba muerto) hasta hacer pública su muerte con la llegada a España del rey propuesto por el fallecido General, Amadeo de Saboya.
Pero, volvamos a formular la pregunta inicial: ¿quién tendría motivos para asesinar a Prim?
Cuando se tuvo conocimiento del atentado contra Prim, ya circulaba el rumor de quién, o quienes, habían perpetrado el magnicidio. 
Ahora, tras analizar el cadáver del General y llevar a cabo una revisión del proceso que se abrió para esclarecer los hechos, sus nombres toman más fuerza como autores, más intelectuales que físicos, del atentado de la calle del Turco.


Antonio de Orleans
Duque de Montpensier
Sospechoso nº 1: Antonio de Orleans, Duque de Montpensier (1824 - 1890). Hijo del rey Luis Felipe de Orleans, el Duque de Montpensier era uno de los personajes más intrigantes de la Corte isabelina, así como uno de los nobles más ricos del país. Cuñado de Isabel II (se casó con Luisa Fernanda de Borbón, hermana pequeña de la Reina, el 10 de Octubre de 1846), presintió el malestar existente contra el gobierno de la Reina e intrigó con los militares, y políticos, progresistas, entre los que se hallaba Prim, para derribar a su cuñada del trono con la finalidad de ser electo Rey en su lugar. 
Para ello, apoyó, economicamente, la Revolución Gloriosa que llevó al exilio de la Reina y de toda la Familia Real, entre ellos el mismo Duque.
Los estudios realizados sobre la investigación judicial que abrió el promotor fiscal Joaquín Vellando para esclarecer los hechos, señalan al Duque de Montpensier como autor intelectual, y principal financiador, del atentado, como represalia contra Prim, quién, según se había afirmado, había garantizado el trono de España al Duque. 
El hecho de que hombre de confianza de Montpensier participasen, de forma directa en el atentado, implicó a Antonio de Orleans, para quién, incluso, se dictaminó orden de prisión para el Duque. Orden que no se llegó a materializar. Antonio de Orleans falleció, víctima de una apoplejía, el 4 de Febrero de 1890, en su finca de Torrebreva, en Sanlúcar de Barrameda.
Sospechoso nº 2: Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre (1810 - 1885). Procedente de una familia liberal con arraigo en la nobleza, el General Serrano fue, además de militar, un político concienzudo que le hizo cambiar de parecer si las circunstancias le favorecían. 
Aliado con el Regente Espartero, no dudó en cambiar de bando cuando el General Ramón María Narváez se alzó contra el Duque de la Victoria. 
Francisco Serrano y Domíngez
Duque de la Torre
General predilecto de la Reina Isabel II (llegó a ser conocido, en los salones de la Corte, como el General Bonito). Este favoritismo de la Reina no impidió que se aliase con los progresistas de Prim para derrocar a Isabel II, forzando el exilio de la Casa de Borbón. Convertido en Regente por el nuevo gobierno surgido de La Gloriosa, sus aspiraciones pasaban por ser, de manera permanente, Jefe del Estado a imitación de lo que Patrice de MacMahon había hecho en Francia, derivando su pensamiento hacía la forma de dictadura presidencialista.
El nombramiento de Amadeo como Rey de España por las Cortes, impulsado por Prim, puso fin a sus aspiraciones políticas. Tal vez resentido con Prim por este hecho o, quizás, en conveniencia con otros para congraciarse con ellos, el General Serrano tuvo conocimiento, y participó, en el magnicidio de la calle del Turco. Las sospechas sobre su implicación lo sitúan como la mano que estranguló el cuello del Conde de Reus hasta provocarle la muerte.
Al igual que Montpensier, el General Serrano no vio colmadas sus expectativas una vez perpetrado el magnicidio, ya que Amadeo I fue jurado Rey de España. Si bien, intervino en el periodo saboyano y en el posterior republicano, la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII significó su fin político. Murió el 25 de Noviembre de 1885, coincidiendo, casualmente, con el fallecimiento del joven Rey.
José Paúl y Angulo
Sospechoso nº 3: José Paúl y Angulo (1842 - 1892). Escritor y político de ideología republicana, procedía de una adinerada familia de Jerez dedicada al cultivo de viñedos y distribución de sus caldos. Formado intelectualmente en el exterior, Paúl y Angulo conoció, y trabó amistad, con Prim en Londres, donde el segundo se hallaba exiliado. 
Acompañó a Prim en su retorno a España como un entusiasta del cambio que traía consigo La Gloriosa. Su republicanismo pronto lo enfrentó con el General hasta el punto de pedir, en un llamamiento al pueblo español, que este se levantase para derrocar al gobierno liderado por Prim. 
Su autoría en el magnicidio no está muy clara, aunque se le considera autor material, junto a nueve republicanos, de los disparos que provocaron las heridas sufridas por Prim aquel 27 de Diciembre.
Murió exiliado en París, en 1892, al no reconocer el movimiento monárquico instaurado en la persona de Alfonso XII.
La lista de sospechosos se amplía hasta alcanzar un número establecido de doce personas. Sin embargo, la investigación llevada a cabo por Pérez Abellán y su equipo, sugieren que la lista de implicados se extendería a nombres de gran relevancia en la posterior etapa alfonsina, como es el caso del líder del Partido Liberal, Práxedes Mateo Sagasta. Además, Pérez Abellán sostiene que la pertenencia de Prim a la masonería podría arrojar luz sobre los oscuros eventos que tuvieron lugar aquella tarde del 27 de Diciembre de 1870.
Tras ciento cuarenta y tres años de dudas sobre quién, o quienes, orquestaron el magnicidio de la calle del Turco y tras salir a la luz el secreto que guardaba celosamente su cuerpo, Prim, por fin podrá descansar en paz en su Reus natal.


Fuentes:
¿QUIÉN ATENTÓ CONTRA PRIM?




viernes, 4 de octubre de 2013

EL ENIGMA DEL RUBICUNDO

Soy el Mariscal Ney de Francia
Davidson, Carolina del Norte,  15 de Noviembre de 1846. La enfermera que atendía al enfermo moribundo no salía de su asombro ante la revelación efectuada por aquel hombre que, aunque misterioso, era respetado en la comunidad por su sabiduría y buenos modales. 
Sacudiendo la cabeza, la mujer se retiró del lecho donde yacía el enfermo, quien respondía al nombre de Peter Stewart Ney.
Pero, ¿quién era Peter Stewart Ney?
Nadie sabía nada de su pasado, salvo el hecho que era natural de Francia y que había llegado, en torno a 1818, en una fragata al puerto de Charleston, Carolina del Sur. 
El enfermo, en repetidas ocasiones, había rehusado desvelar su origen o, al menos, su procedencia, dejando que el misterio envolviese su figura.
Para conocer mejor la conexión existente entre este hombre y el famoso Mariscal francés habría que retroceder en el tiempo para estudiar la figura de aquel militar que, por su valor, fue llamado el más valiente de entre los valientes.


LA VIDA DE UN MARISCAL DE FRANCIA

Michel Ney nació en la población de Saarlouis, en Sarre, el 10 de Enero de 1769, en una familia humilde de breve pasado militar (su padre, Pierre Ney combatió en la Guerra de los Siete Años).
Debido a los escasos recursos económicos, recibió una educación básica por parte de los monjes de un convento de la Orden de San Agustín situado en la zona. Siendo niño, entra como aprendiz en una oficina de venta de licores de la región alemana del Sarre (Ney nunca tuvo dificultad para comunicarse en alemán debido a que su madre, Margarethe Grewelinger, era de ascendencia germana).
En 1787 decide que la vida que lleva no es la más indicada para él y, sin consentimiento paterno, se alista como voluntario en el 5º Regimiento de Húsares.
Michel Ney
Sus superiores supieron ver en el joven la encarnación del soldado perfecto: valiente, generoso, solidario, etc; además, comprendía, rápidamente, los mecanismos empleados en el campo de batalla. Es por ello que los oficiales que tuvieron a Ney a sus ordenes emplearan los medios a su alcance para promocionar la vida militar del muchacho, quien pronto tendrá el escenario perfecto para demostrar sus dotes en la batalla.
Con el estallido de las llamadas Guerras Revolucionarias, Ney es destinado al frente del Rhin, bajo las ordenes del General Jean Baptiste Kébler (1753 - 1800), en el cual desplegó sus conocimientos militares, siendo, por ello, ascendido de Teniente (1792) a General de brigada (1796) en apenas cuatro años, permaneciendo en el frente oriental hasta 1799.
Ocurrido el Golpe de 18 Brumario (9 de Noviembre de 1799), Ney rechaza la actitud que ha desarrollado Napoleón para hacerse con el poder, criticando la medida abiertamente. Sin embargo, a petición de su esposa, Aglaé Auguié, accede a minimizar sus criticas y procede a entrevistarse con el Primer Cónsul. Tras este encuentro, ambos, Napoleón y Ney, se percatan de que pueden conseguir mucho uno del otro.
Continua combatiendo en el frente oriental, de donde es nombrado Ministro plenipotenciario para los asuntos helvéticos (1802) donde permanecerá por espacio de pocos meses, hasta su traslado a Boulogne donde Napoleón le tiene reservada una importante tarea: la formación de la Grande Armée.
Proclamado el Imperio (1804), Ney es de los primeros en recibir el título de Mariscal del Imperio, siendo destinado al VI Cuerpo de la Grande Armée (destinado en el frente oriental), donde luchara contra austriacos, prusianos y rusos hasta 1808.
Jean Baptiste Kébler
el primero en observar el valor de Ney
En Agosto de dicho año, pasa, junto con el VI Cuerpo, a combatir la alianza anglo-española que dificultaba el control francés en la Península Ibérica. En España, toma Ciudad Rodrigo, asedia Almedia y batalla en Río Côa, pero las desavenencias entre la cúpula militar francesa (Masséna y Soult se oponían al proceder de Ney) hacen que el Emperador llame al Mariscal a París en 1810.
En el transcurso de los preparativos para la campaña de Rusia (1812), es asignado al III Cuerpo y participa activamente en la victoria francesa en Borodino.
Cuando se confirma que la campaña terminará en desastre, Napoleón ordena al recién nombrado Príncipe del Moscova que se encargue de salvaguardar la retirada francesa a Polonia, cumpliendo su cometido hasta ser el último soldado francés en cruzar el puente sobre el río Kovno.
Una vez derrotado Napoleón en Leipzig, en la llamada Batalla de las Naciones (1814) e invadida Francia por los aliados de la Sexta Coalición, Ney participa activamente en la defensa. Sin embargo, una vez José Bonaparte capitula París ante los prusianos, los principales Mariscales del Imperio se reunen en Fontainebleau, donde redactan un manifiesto solicitando al Emperador su abdicación como único camino hacía la paz. Ney es el encargado de hacerle llegar dicho documento a Napoleón.
Desterrado Napoleón en la isla de Elba, Ney acude, el 29 de Abril de 1814, ante el nuevo rey de Francia, Luis XVIII, quien le reconoce sus títulos de Duque de Elchingen y Príncipe del Moscova, así como sus condecoraciones militares, añadiéndole la condición de Par de Francia. Incomodo en la nueva corte, decide retirarse a sus posesiones.
El 6 de Marzo de 1815 es llamado por Luis XVIII para informarle que Napoleón ha escapado de Elba y desembarcado en Francia con el propósito de hacerse con el poder nuevamente. Ney jura, ante el rey, traer a Napoleón en una jaula de hierro.
Sin embargo, ante la aceptación, por parte de los habitantes de las poblaciones por donde pasa Napoleón, de la vuelta del Emperador, Ney proclama ante sus soldados que no reconocerá otro monarca legitimo que no sea Napoleón, uniéndose a los partidarios del regreso del Emperador (15 de Marzo de 1815).
Por otro lado, envía una misiva a Napoleón advirtiéndole de sus intenciones:
Voy a unirme a vos, pero no por consideración ni afecto hacía vuestra persona. Antes seré prisionero vuestro, que partidario de vuestra causa, si vais a gobernar como un tirano. Juradme que en el futuro no os ocupareis más que en reparar los males que hayáis causado
Tras su reencuentro, el 17 de Marzo, en Auxerre, marchan juntos hacía París. El tiempo dirá que esta acción marcó el destino del talentoso Mariscal.
Fusilamiento del Mariscal Michel Ney 
Derrotado en Waterloo, Napoleón es nuevamente forzado a abdicar y exiliado, esta vez, a Santa Helena, de donde no habría de volver con vida.
Ney, en cambio, no tiene tanta suerte. Luis XVIII, sediento de venganza por su traición, y a modo de ejemplo para otros, ordena que El Rubicundo sea juzgado y condenado por un Consejo de Guerra. Ney rechaza esta vía y clama ser juzgado por la Cámara de los Pares. Es declarado culpable y condenado a morir fusilado.
El 20 de Noviembre de 1815, es conducido hacía el muro trasero de los Jardines de Luxemburgo, donde ha de ser fusilado. El Capitán del pelotón accede a que sea el mismo Mariscal el que dé la orden de disparar. Ney, dirigiéndose a los soldados, clama su inocencia:
¡Soldados, rechazo ante Dios y ante la Patria el juicio que me condena! He luchado cien veces por Francia y ninguna contra ella. Apelo ante los hombres, ante la posteridad, ante Dios. Apuntad directo al corazón. ¡Viva Francia!
Fue enterrado, de manera rápida y precipitada, en el cementerio parisino de Père Lachiere, donde se le erigió un fastuoso mausoleo.
Mausoleo de Ney en Père Lachiere

 

EL MISTERIOSO PETER STEWART NEY

El pasado de Peter Stewart Ney  antes de su llegada al puerto de Charleston en 1818 permanece sumergido en las oscuridades de la Historia.
Sello del Davidson College,
 ideado por Peter Stwart Ney
Tras su llegada a Estados Unidos, P.S. Ney estuvo desplazándose, continuamente, por todo el territorio de las dos Carolinas, durante los siguientes cuatro años, ejerciendo la enseñanza del francés como forma de ganarse la vida, consiguiendo, con ello, una reputación de persona culta y de amplios conocimientos.
En 1822 se asienta como profesor en Mocksville, Carolina del Norte, donde continua impartiendo clases de francés.
Allí permanece hasta su entrada en el Davidson College, en 1840, viviendo a caballo entre Florence y Davidson. 
Tras la fundación del Davidson College, en 1837, se ofrece a Ney una plaza como profesor siendo, además, designado, por una Comisión de Síndicos del recién fundado Colegio, para que diseñase el sello que, a día de hoy, siguen empleando en el Davidson College.
Como ya he comentado, P.S. Ney fue considerado una persona respetada por las comunidades donde residió desde su llegada en 1818, lo que le permitió ser invitado a diversas fiestas organizadas por las familias adineradas de dichas poblaciones, donde y, quizás, en contra de su voluntad, se fraguó la leyenda y el misterio al que hacemos referencia.
Falleció en Davidson el 15 de Noviembre de 1846, a los 77 años de edad.


¿PETER STEWART NEY O MICHEL NEY?

Esta pregunta recoge, por sí sola, la división existente entre los historiadores. Para los historiadores franceses, la respuesta es bien sencilla: el Mariscal Ney fue fusilado en 1815 y sepultado en el cementerio parisino de Père Lachiere; por contra, los historiadores norteamericanos no lo tienen tan claro. ¿Cómo pudo ser que Peter Stewart Ney conociese aspectos íntimos de la vida del Mariscal, así como grandes conocimientos, y detalles concretos, de las diversas batallas en las que intervino el Mariscal?
Según testigos contemporáneos a Peter Setwart Ney, en cierta ocasión, durante el transcurso de una fiesta, el profesor Ney, aparentemente ebrio, comenzó a dar detalles específicos de diversas batallas ocurridas a lo largo y ancho del continente europeo, guardando, todas ellas, un único nexo común: en todas ellas participó Michel Ney.
En lo referente a la muerte de Ney, el profesor explicó que Sir Arthur Wellesley, Duque de Wellington, era masón, al igual que Ney. No considerando justo la condena a la que fue sometido el Mariscal, le propuso simular su muerte bajo el pelotón de fusilamiento y, posteriormente, dar el "cambiazo" con el cuerpo que debería ocupar su tumba, siendo este enterrado a toda prisa y sin la presencia de la familia de Ney. Después, facilitó todos los tramites para que abandonase Francia de forma clandestina.
Comparativa de la escritura de Peter Stewart Ney (izq.) y Michel Ney (dcha.)
Otro dato. Cuando se tuvo conocimiento, en Estados Unidos, de la muerte de Napoleón en la isla británica de Santa Helena (5 de Mayo de 1821), Ney se hallaba impartiendo clase a sus alumnos cuando uno de los estudiantes de la escuela irrumpió en el aula anunciando la muerte del Emperador francés. Los testigos observaron como, al recibir la noticia, la tez del profesor se tornó pálida, sufriendo mareos y desmayos hasta el punto de tener que ser trasladado a su domicilio. Una vez allí, según los testigos, el profesor Ney trató de suicidarse degollandose, siendo salvado por unas amistades que, interesadas en su salud, fueron a visitarle. Lo encontraron inconsciente mientras la sangre le fluía de la herida autoinfligida, siendo trasladado a las dependencias médicas de la población donde pudo contenersele la hemorragia.
El siguiente dato fue recogido, precisamente, por el medico que atendió sus heridas suicidas. Al realizarle un examen físico, este médico determinó que el profesor Peter Stewart Ney presentaba diversas heridas producidas, sin lugar a dudas, en el transcurso de una acción bélica. Curiosamente, en las mismas zonas donde el Mariscal Ney resultó herido (el muslo, la muñeca, el cuello,...).
Otro dato que podría zanjar el debate es la prueba grafológica realizada al comparar la escritura de ambos (Ney y Stewart Ney). Según el grafólogo neoyorquino David Carvalho, al examinar ambas escrituras no tuvo la menor duda al afirmar que ambas, escritas con un lapso temporal de más de veinte años de diferencia, están escritas por la misma persona.
Otra pista podría ser la supuesta tumba norteamericana de Ney. En su epitafio se puede leer:
A la memoria de Peter Stewart Ney, nativo de Francia y soldado de la Revolución Francesa de Napoleón Bonaparte, quien partió de esta vida 15 de Noviembre de 1846. 77 años de edad.
Tumba norteamericana de Ney

Sin lugar a dudas, ninguna de estas aportaciones pondrá fin a la incógnita histórica que representa la muerte de Ney en 1815.
La única prueba que podría terminar con este debate es el realizar una prueba de ADN sobre los restos de Ney (tanto los presentes en su tumba de Père Lachiere como los que se encuentran en Carolina del Norte) y compararlos con los de algún familiar directo del celebre Mariscal francés.
Mientras tanto, y hasta que se halle una solución definitiva para aclarar donde reposan los restos mortales de Ney, dejemos que descanse en paz, tal y como pidió en su lecho de muerte.
Bessières esta muerto; la Grande Armée esta muerta;

jueves, 26 de septiembre de 2013

DE SANTA HELENA A PARÍS

La sesión que se llevaba a cabo, en el Palais Bourbon, aquel 12 de Mayo de 1840 hubiese transcurrido sin más de no ser por la noticia que dio a conocer el Sr. Ministro del Interior, el Conde Charles de Rémusat:
Señores, S.M. el Rey ha ordenado a S.A.R. el Príncipe de Joinville, su hijo, dirigirse, con una fragata, a Santa Helena y reclamar los restos mortales del Emperador Napoleón
Charles de Rémusat
 La noticia cogió por sorpresa a algunos de los asistentes, pero, en el fondo, siendo respondida con aplausos y vítores por los miembros del Parlamento.

El Emperador Napoleón llevaba preso por los británicos desde el 15 de Julio de 1815. Tras su muerte, ocurrida el 5 de Mayo de 1821, el Gobierno de Londres se negó a repatriar sus restos a Francia, dándole sepultura, en una tumba sin nombre, en aquella isla perdida en mitad del Océano Atlántico.

Una vez constituida la Monarquía de Julio (1830), la Cámara parlamentaria de la nueva Monarquía, en su sesión del 2 de Octubre, planteó la posibilidad de reclamar los restos del Emperador y darle un reposo eterno al estilo de los emperadores romanos (se barajó la posibilidad de situar sus cenizas bajo la Columna Vendôme tal y como en Roma se hizo con el Emperador Trajano, sepultado bajo la célebre Columna que lleva su nombre).
La idea no convenció a los miembros de la Cámara y Napoleón continuó preso de sus captores en su remota prisión.
En Marzo de 1840, Louis Adolphe Thiers, abogado e historiador de larga trayectoria política, pasó a presidir el Consejo de Ministros. Thiers era un apasionado seguidor de los acontecimientos que originaron la Revolución de 1789 y el Imperio Francés y admiraba la figura histórica que había representado Napoleón.
Aprovechando un nuevo traspiés diplomático con Gran Bretaña y consciente de que el principal apoyo de la Monarquía de Julio se situaba en la burguesía y la opinión publica, en general, Thiers consultó con el Rey Luis Felipe la posibilidad de repatriar los restos mortales de Napoleón como parte de una campaña política que diese un nuevo respaldo al Gobierno francés. 
Luis Felipe de Orleans y Adolphe Thiers,
principales artífices de la repatriación
El "Rey de las barricadas" (como era llamado por los demás gobernantes europeos) dudó, a primera instancia. Sin duda, Napoleón representaba una parte reciente de la Historia de Francia. Una Historia gloriosa, a decir verdad; pero, por otro lado, temía las consecuencias sociales que tal acto podía conllevar para su reinado.
Finalmente, y presionado por Thiers, Luis Felipe accedió a que el embajador francés en Londres, François Guizot, formulase, de manera formal, una petición ante la Corte de Londres para llevar a cabo la repatriación pacifica de los restos del Emperador.
Londres accedió practicamente sin inmutarse por la petición realizada y los preparativos para el viaje comenzaron a ser organizados.
El 7 de Julio de 1840 partieron, del puerto de Tolón, la fragata Belle Poule y la corbeta La Favorite. Tras tres meses de tranquila travesía, la expedición comandada por Joinville, e integrada por viejos bonapartistas, como Henri Bertrand, Mariscal del Imperio, o Louis Joseph Marchand, Ayuda de Cámara de Napoleón en sus últimos años, arribó a Santa Helena el 7 de Octubre de aquel año.
Al alba del 8 de Octubre, la expedición francesa procedió a realizar el desembarco y traslado a Plantation House, residencia del Gobernador de la isla, Lord Middlemore.
Henri Bertrand, Gaspar Gourgaud y Louis Marchand,
viejos "camaradas" del Emperador
Tras una reunión entre Joinville y Philippe de Rohan-Chabot con Lord Middlemore, de algo más de una hora, fue anunciado, por parte del Gobernador a la delegación francesa, cuando se llevaría a cabo la entrega de los restos del Emperador.
Señores, el jueves 15 de Octubre, los restos mortales del Emperador Napoleón les serán entregados.
Tras la entrevista con el Gobernador, la expedición francesa se dirigió hacia la ubicación de la Tumba, situado en un valle que había adoptado por nombre el de la sepultura que albergaba. El lugar había sido escogido por el Emperador en persona. Bertrand indicó como Napoleón se había sentido deslumbrado por la belleza y tranquilidad del lugar
 Si después de mi muerte, mi cuerpo permanece en las manos de mis enemigos, lo depositareis en este lugar
Tras visitar la Tumba y rezar una plegaria por el alma del difunto Emperador, se dirigieron hacia la que, durante seis años de encierro, había sido su morada: Longwood House.
 El estado ruinoso de la vivienda no hizo sino crispar, aún más si cabe, los ánimos de aquellos que compartieron el exilio con el Emperador. Pero el daño estaba hecho y solo les quedaba aguardar hasta "rescatar" al Emperador.
A medianoche del 14 de Octubre, la expedición, esta vez sin Joinville, el cuál prefirió permanecer a bordo como protesta por la decisión efectuada por los británicos de que serían ellos los encargados de exhumar el Imperial cuerpo, permaneciendo los franceses como meros espectadores.
Bajo una lluvia irrespetuosa y tras cuatro horas de esforzado trabajo, los operarios ingleses llegaron hasta la estructura de manpostería que cubría el féretro del Emperador. Comprobado que la obra no había sido alterada ni manipulada, los trabajos continuaron por espacio de tres horas más.
Plano de la Tumba de Napoleón
en Santa Helena
Hacia las siete de la mañana, el comisario británico se volvió al grupo de mudos espectadores para lanzar una proclama
Señores, apenas seis pulgadas nos separan del féretro de Napoleón
Sobre las nueve y media, el féretro del Emperador quedó a la vista del publico espectante.  Los trabajos para izar el pesado sarcófago se iniciaron seguidamente. Tras sacar el féretro de la Tumba, doce soldados cargaron con el pesado ataúd hasta una tienda (o carpa) que haría las veces de capilla ardiente para los restos del Emperador.
Sin embargo, aún quedaba una tarea pendiente. Los restos debían ser identificados para evitar sospechas de fraude por parte de los británicos. Bertrand, Marchand y Gourgaud eran los más capacitados para llevar a buen termino dicha empresa, pero ¿cómo podrían reconocer al Emperador tras diecinueve años de su muerte? ¿Acaso el tiempo y la podredumbre no habrían hecho estragos en su cuerpo? Sólo existía una solución: examinar el cuerpo y verificar su identidad a través de las vestimentas y accesorios con los que fue enterrado el Emperador.
A petición del Conde Rohan-Chabot, representante del Rey, el doctor Guillard procedió a la apertura del féretro. Tras retirar el podrido ataúd de caoba, se empezaron las tareas para abrir un segundo ataúd, esta vez de plomo; tras este, uno más de caoba, en perfecto estado; y, por último, uno de hojalata. 
Una vez abiertos los cuatro féretros que protegían los restos mortales del Emperador, sólo el satín desprendido de la última tapa de hojalata impedía a los espectadores contemplar al Emperador, una vez más.
Guillard inició la retirada de dicho satín cuando, de manera inesperada, el cuerpo del Emperador Napoleón se mostró ante los suyos sin el más mínimo signo de que el tiempo, y la Muerte, hubiesen hecho mella en él.
La exhumación del Emperador Napoleón
El silencio fue roto, únicamente, por los sollozos de los leales servidores del Emperador.
Una vez rezada una nueva plegaria por el descanso eterno de su alma, el cuerpo de Napoleón fue, nuevamente, ocultado por el satín y los féretros (Guillard quiso retirar el cuerpo para realizar un análisis más concreto sobre el cuerpo, pero Gourgaud, enfurecido, negó al médico toda posibilidad de realizar lo que, frente a sus ojos, equivalía a un sacrilegio).
Los féretros originales, salvo el podrido de caoba, fueron introducidos en uno monumental de ébano, con plomo en su interior, que habían traído desde Francia para tal ocasión; a continuación, se introdujeron en un sexto realizado en madera de roble, más resistente.
Cuarenta y tres hombres llevaron hasta la carroza fúnebre el pesado féretro iniciándose, de este modo, un cortejo que habría de llevar los restos imperiales hasta el puerto de High Knoll, donde el Belle Poule aguardaba a su imperial invitado.
A su llegada, el cortejo fue recibido con salvas de artillería, tanto por parte británica como por los navíos franceses.
El Príncipe de Joinville aguardaba a que se hiciese efectivo el traspaso de los restos de Napoleón por parte de Lord Middlemore, dando así por finalizada la ceremonia de entrega a los franceses de su Emperador.
Embarcados en una chalupa, el féretro fue dirigido hacía el Belle Poule, izado y situado sobre su cubierta durante todo el día siguiente. Ese mismo día, 16 de Octubre, el abate Coquereau ofició la misa de difuntos por el alma del Emperador; tras ello, los imperiales restos fueron trasladados a la entrecubierta de la fragata, donde quedarían, a modo de capilla hasta el regreso a Francia.
Dos días después, Napoleón se hacía a la mar por última vez....
La fragata Belle Poule sube el féretro de Napoleón
El 30 de Noviembre de 1840 el Belle Poule atraca en el puerto de Chebourg. Nada más en esa ciudad francesa, más de sesenta mil almas aguardan interminables colas para subir a bordo de la fragata y presentar sus últimos respetos a aquel hombre que fue su Emperador durante diez años. Allí permanece Napoleón hasta el 8 de Diciembre, en el que, trasladado el féretro a otro barco de menor calado, inician la travesía por el Sena, rumbo a París.
El 14 de Diciembre, la flotilla fúnebre alcanza el puerto de Courbevoie, próxima a París. Allí, tiene lugar una emotiva escena para los bonapartistas. Jean de Dieu Soult, Duque de Dalmacia y Mariscal del Imperio, subió a bordo de La Dorade (el barco de bajo calado que llevaba los restos mortales hasta la capital) para postrarse ante la persona a quien le debía gran parte de los logros de su vida.
El Mariscal Soult se postra ante Napoleón
A la mañana siguiente, bajo el estruendo de los cañones que, desde Los Inválidos, clamaban por su Emperador, el féretro fue situado sobre la carroza fúnebre, decorada con figuras y formas que recordaban a los templos de la Antigüedad Clásica; completaban la solemne decoración las abejas (símbolo heráldico de la Casa Bonaparte), las águilas, las N y los nombres de las principales victorias conseguidas a lo largo de su trayectoria militar.
El Cortejo Imperial inició, al fin, su andadura. Los parisinos celebraban, entre cánticos y vítores, el regreso del Emperador. Sólo hubo silencio cuando la carroza, precedida por todos aquellos que prestaron algún servicio a Napoleón, pasaba a su altura. Fue entonces cuando el entusiasmo popular no aguantó más y, una vez más, volvió a oírse:
¡¡¡VIVA EL EMPERADOR!!! ¡¡¡VIVA NAPOLEÓN!!!
El Cortejo fúnebre se dirige a Los Inválidos
 Ante tal ocasión, sería prudente recoger una anotación que el mismo Napoleón realizó durante su encarcelamiento en Santa Helena. En los días más duros de su cautiverio, cuando guerreaba con Hudson Lowe, su "carcelero", para que reconociese su título imperial (Lowe se negó a reconocer el título imperial de Napoleón, hasta tal punto que prefirió dejar la sepultura de Santa Helena sin nombre alguno para que no quedase constancia de ello), se dice que Napoleón, en un ataque de cólera ante el irrespetuoso comportamiento de Lowe, dijo:

Oiréis otra vez a París gritar: ¡¡Viva el Emperador!!
En San Luis de los Inválidos todo estaba preparado para recibir al Imperial invitado. Con la llegada del Cortejo a la explanada del templo, el Príncipe de Joinville se aproximó al Rey Luis Felipe para comunicarle el éxito de la misión.
Majestad, os presento el cuerpo del Emperador Napoleón que he traído a Francia conforme a vuestras ordenes
Tras la aceptación por parte de Luis Felipe y la imposición, al féretro, del sombrero y la espada del Emperador, se inició el servicio religioso oficiado por el Arzobispo de París, Monseñor Affre. 
Tras un oficio religioso de algo más de dos horas, el cuerpo de Napoleón fue depositado en la cripta de Los Inválidos.
Tumba de Napoleón en Los Inválidos 
Bon Adrien Jeannot de Moncey, Duque de Conégliano y Mariscal del Imperio, en aquellos momentos Governador de San Luis de Los Inválidos, se hallaba en un estado agónico como consecuencia de los años y de una terrible enfermedad. Al ser informado de la orden dada por el Rey de repatriar el cuerpo del Emperador, solicitó a su médico personal que lo mantuviese con vida hasta poder observar ese momento. Se cuenta que, llegado el día de volver a ver al Emperador, y una vez finalizado el oficio religioso, se dirigió a su asistente y le murmuró
Ahora, regresemos a casa para morir
La monumental Tumba, bajo la cúpula de Los Inválidos, donde reposa el cuerpo de Napoleón se concluyó en 1861.
Desde entonces, son cientos de miles las personas que, cada año, acuden allí para admirar la Tumba de una de las personas más grandes que la Historia haya contemplado.
Sólo me queda recordar aquellas voces que gritaban, al unisono, al paso de la carroza fúnebre por las calles de la capital francesa ¡¡Viva el Emperador!! ¡¡Viva Napoleón!!

Fuentes:
DECAUX, A., "El regreso de las cenizas", Instituto Napoleónico México-Francia (http://inmf.org/eretour1.htm)